lunes, abril 24, 2006

La maestra

mi pecho comprimido inyecta un soplo vago
y el corazón agitado se inmersa en el credo:
padre nuestro, Ave María purísima,
mis pupilas tímidas se anidan en tu mirada
y tus ojos escarlatas, se bordan con perlas cremosas,
un fulgor descrito bajo el chorro lunar
se vierte en el lienzo plata de un polvo astronómico
barrido por la ducha del llanto,
desteñidos, en la alcoba de cabellos largos



25 o 30 años marchitos en la piel tersa
entre muslos duros y colosos,
acariciando el viento varonil, las lomas de tu embrujo
palpado entre los surcos que nos dieron lactancia y dulzuras,
los senos adultos,
que caen despeinados al centro como el vestido de las princesas,
y se aprietan en mi piel de género.


Respiro en tu aliento vainilla, una de las vidas platónicas,
mientras tú, indiferente apoyas la mano en mi espalda
y en los caballetes de mi sueño amoroso,
la maestra consumada en belleza, explica sobre el respaldo de la silla,
la teoría de algún contemporáneo actual,
y yo suspendido en el conjuro,
intento presumir de mi barba crecida,
que ya empieza a notarse con pelusas vacilantes.



2 Comentarios:

Blogger Incógnito dijo...

Estoy triste porque hoy se quemó el unimarc de la gran avenida, ese que me quedaba muy cerca. Allí compraba el pancito de cada día y los jugos en polvo que me deben tener el ázucar hasta las nubes.

Saludos

8:32 p.m.  
Blogger Voknahelio dijo...

amén.

11:25 p.m.  

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