miércoles, julio 23, 2008

Ceguera en el Panóptico


Para controlarlo todo, hay que monitorear cada rincón. Camuflarse en los sótanos, recorrer las calles, enfrentar la corriente amarga que sacude la última página, del informe del panóptico. Es su prejuicio lo que desgarró sus paredes de barro… La nueva moral desplegó su luz por el unísono, su claro destello encandilo la lente del panóptico. Los pocos hombres abandonaron las herramientas, un último martillo derrumbó los muros… El panóptico se hace de fuego y el viento disemina las llamas de la libertad. Hombres que escriben el himno a su voluntad. Por fin podemos crear la flor, la flor bella que abre sus pétalos y expele el olor de la superación. ¡No!, aún no. ¿Libertad?, el panóptico se derrumba, sus piezas se funden con la polvadera del olvido, los pocos hombres, viven sin embargo, presos de una nueva soledad, la soledad y la nostalgia de sentirse dominados… A Dios se le quemaron los ojos… pero aún puede sentir las cenizas de sus párpados, todavía persiste su milenaria vigilancia , todavía llega a nosotros . Será necesario morir para alcanzar la libertad, morir en un acto espléndido, dar origen a la nueva sucesión. Morir y regenerar. Del cielo cayó una estrella, ignorarla, su luz es el suspiro del que yace en los escombros del fuego.

miércoles, julio 09, 2008

Nada allá arriba


Miento si digo que me gustan los días soleados, o los veranos llenos de agua, la dulce playa y el mar, con sus enormes tentáculos aliñando el rastro de quienes dejan huellas mojadas con sus pies socavados de trajín, de total normalidad. Detestó el sol en mi cara como el frío entre los pulmones, odio las parejas que se besan y se dan fuertes caricias, mortales amores, besos brutos... Y también no soporto las luces de fiesta que apagan el cielo.

Solo amo la dulce soledad de esas olas pérdidas en la noche, del sexo que tienen con las rocas, la furia que vomitan con su espuma invisible, la luna y su femenino resplandor.

Cuando salimos con María y con los muertos, la miramos brillar en las noches en donde el silencio se escucha y donde los astros se encandilan con el resplandor de alguien resucitado, la miramos mecerce en su calva polvadera, bebemos de su orina en las madrugadas poco antes de que amanezca y la luz la trague con una bocanada nostálgica. La podemos ver en nuestro éxtasis, como vieron la estrella en belén, en ese unísono de galaxias copulando. Solo en las noches durmientes,cuando los artificios abandonan el engaño y se sumergen en la nada, cuando la mentira cesa su crecimiento por instantes, maldiciendo su convivencia con la verdad, cuando el sol deja de ser testigo de un nuevo día... La perdemos cuando una voz turba el vacio, cuando se esfuma el celo de la melancolía, cuando el silencio se desvanece en el morbo y la corrupción, y entonces Dios asiste al purgatorio, para que nos cuente la verdad, mientras arriba, las campanas no hacen mas que comprobar que en el cielo reina la incesante nada.