sábado, febrero 18, 2006

Té y cigarros

Cinco o seis bocas me alentaban con sus obscenas bocanadas de humo -¡Vamos pintamono, chupa ese cigarro y dale un sorbo- me dijo el de los dientes amarillos carcomidos por los excesos de la hierba. Todos con una cara de cal naranja transpirada, medios extasiados con los naipes y el humo que parecía una brisa. Los ceniceros repletos como mini vertederos. -¡Vamos soquete, fúmale pos!- gritaban las bocas, moviendo sus acompasados labios. El tazón hirviendo me esperaba con ansias.
-Apuesto 10 lucas-dije, mostrando mi mano… -21 real-. Gané. El dinero fue el premio, dinero libre del impuesto ( a veces pienso que las contribuciones son mecanismos para medir la libertad).
-aaaa, cabro tramposo ganaste, pero por ahora no más- clamaron las cabezas del recinto.
Tomé el maldito pucho, que se transformó en una espiral fina que rebosaba la garganta y me consumía las fosas nasales.
-Que rico- dijo mi boca- el sabor de las brasas y de la muerte convertida en combustión.
-Lo pasaré con el bendito té- dije, aspirando la niebla. Las demás bocas callaron, pero con sus labios hacían círculos de humo.